Hoy he empezado el día con un tuit que decía:
“Buenos días! Todos los que leéis esto habéis conseguido estar vivos un día más
:-) Es una gran suerte. Enhorabuena! Disfrutadlo!“
Sé que suena imposiblemente optimista para
una vulgar mañana de martes, y tengo que confesar que yo tampoco soy de las que
empiezan el día saltando de la cama con un subidón de energía y la sensación de
que podría arrancar árboles de cuajo. Me fastidia que suene el despertador, me
fastidia estar siempre pendiente de la hora, me fastidia abrir los ojos y que
aún esté oscuro y haga frío y, sobre todo, me fastidia que no me apetezcan la
mayor parte de faenas previstas para ese día que empieza.
Pero por otra parte, en cuanto pienso en toda la
gente que en ese mismo momento no tiene que despertarse porque ha pasado la
noche en blanco en una cama de hospital, o que abre los ojos en una residencia
de ancianos pensando en cuántos días más le quedarán de ver amanecer, o la
gente que ya ni siquiera está entre los vivos... entonces se me ocurre la
suerte que tengo de haber llegado hasta aquí, de tener un nuevo día por
delante, aunque no sea de vacaciones en una isla paradisiaca, aunque tenga que
hacer cosas que no me gustan o tenga que enfrentarme con personas
desagradables.
La vida, como la juventud o la salud, es una cosa
que todos damos por hecha, que nos parece evidente y que no solemos apreciar
mientras la tenemos. Sin embargo se trata de una suerte inmensa, de un regalo
que nos tocó sin más, sin merecerlo, sin esforzarnos. El espermatozoide que, junto con el óvulo,
hizo que cada uno de nosotros fuera el que es, ganó aquella carrera y desde
entonces tenemos la posibilidad de abrir los ojos cada mañana y percibir el
mundo de alrededor con todos los sentidos. Durante un tiempo limitado, claro,
ya que llegará un día en que amanezca y
el mundo siga adelante sin que nosotros estemos ya presentes.
Por eso el simple hecho de despertarse y sentir, y
saber que uno sigue siendo uno mismo (sí, ya sé que a veces es lo que menos
apetece; que uno preferiría ser otro, aunque sólo fuera para estar en otras
circunstancias) es algo para dar saltos de alegría en cuanto uno se hace
consciente de ello.
Y si además no te duele nada (o casi) y puedes
desayunar y sale agua caliente del grifo, ya ha empezado bien ese día único en
tu vida. Aunque sea martes, aunque los periódicos te machaquen con la infecta
realidad de lo que está pasando, aunque la gente no esté de humor y no te
devuelva la sonrisa.
Estás vivo. Aún. Otro día más. ¡Enhorabuena!
Pedazo de entrada. Absolutamente vitalista. Un lujo leerte siempre.
ResponderEliminarPor fin localizable
ResponderEliminarCierto, es curioso cómo nos sentimos desgraciados cuando, si nos paramos a pensar dos segundos, encontramos unas cuantas cosas buenas en nuestra vida, y la primera de ellas es precisamente: QUE ESTAMOS VIVOS!!!
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, Elia.
Gracias, Mónica! Perdona el retraso en responder, pero he tenido esto algo descuidado. Ahora, en cuanto pasen los exámenes, recuperaré el ritmo.
Eliminar